Este 7 de agosto, miles de personas en todo el país se acercan a templos e iglesias para honrar a San Cayetano, el santo más invocado por quienes buscan trabajo o atraviesan necesidades económicas. En San Juan y el resto del país, la devoción popular convierte esta fecha en una manifestación masiva de fe y esperanza.
San Cayetano nació en 1480 en Vicenza, Italia, y dedicó su vida al servicio de Dios y de los más necesitados. Fue sacerdote, secretario privado del Papa Julio II y fundador de la Orden de los Clérigos Regulares Teatinos, que impulsó la renovación del clero y el trabajo pastoral con los pobres.
Una de sus frases más recordadas resume su vocación:
“En el oratorio rendimos a Dios el homenaje de la adoración; en el hospital le encontramos personalmente”.
La devoción a San Cayetano se expandió con fuerza en el siglo XIX, especialmente en Argentina, a partir de una leyenda que lo asoció con un milagro agrícola: un campesino, desesperado por la sequía, le ofreció unas espigas de trigo. Tras su oración, una tormenta salvó su cosecha. Desde entonces, se lo conoce como el patrono del pan y del trabajo, aunque a nivel mundial ese título pertenece a San José.
Cada año, miles de fieles acuden a iglesias como la del barrio porteño de Liniers, donde las filas para tocar la imagen del santo se extienden por cuadras. También en San Juan, parroquias y capillas organizan misas, procesiones y momentos de oración para agradecer, pedir o renovar la fe.
San Cayetano sigue siendo un símbolo de lucha, esperanza y fe en medio de las adversidades. Una figura que, año tras año, moviliza a un pueblo que no deja de creer.
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