En un rincón casi secreto de la ciudad, justo al ingreso de la Villa del Carril y estratégicamente escondida detrás de un conocido mayorista, yace —o sobrevive— la plaza Humberto Correa. Una plaza que alguna vez, allá por el 2018, fue intervenida con bombos y platillos durante la gestión de Franco Aranda. Sí, hace ya varios calendarios atrás.
Desde entonces, ha pasado de ser un “espacio verde” a un claro ejemplo de cómo se puede refaccionar algo… y después abandonarlo con elegancia. Porque si algo caracteriza a esta plaza, es que parece haber quedado congelada en el tiempo. O mejor dicho, olvidada. Muy olvidada.
La cancha, por ejemplo, todavía está esperando ese famoso alambrado prometido. Paciente. Resignada. Mientras tanto, los chicos hacen malabares para que la pelota no termine en plena calle. Porque claro, no hay nada más recreativo que un deporte con riesgo de atropello incluido. Pero no importa, porque al fin y al cabo, ¡los chicos están al aire libre! ¿Qué más se les puede pedir?
Eso sí, desde la Municipalidad de la Capital se ha dicho en reiteradas ocasiones que las plazas son una política de Estado. De hecho, se ha llegado a asegurar que están por encima del pavimento. ¿Y esta plaza? Bueno… tal vez no entraba en el GPS municipal, o quizás la prioridad se les cayó en un pozo (sin asfaltar).
Lo cierto es que mientras otras plazas brillan en redes sociales con luces LED y bancos nuevos, la Humberto Correa sigue esperando su turno. Tal vez algún día la descubran de nuevo. Tal vez algún día recuerden que los espacios públicos también se cuidan con hechos y no solo con discursos.
Mientras tanto, la plaza sigue ahí. Testigo del olvido. Y esperando que algún funcionario se digne a recordar que también forma parte del mapa de Capital.
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