El martillazo de la Corte Suprema que este 10 de junio dejó firme la condena de seis años de prisión y la inhabilitación de por vida contra Cristina Fernández de Kirchner no es solo el cierre de un expediente judicial: es la implosión de un orden político construido en torno a la figura más influyente de los últimos veinte años. La sentencia obliga a la ex‑mandataria –72 años, recién cumplidos– a cumplir la pena en prisión domiciliaria, beneficio que pidió por su edad, y deja al peronismo sin su candidata emblemática en la antesala de las legislativas de septiembre.
El reloj procesal y la puerta de hierro porteña
El Tribunal Oral Federal 2 notificó a Cristina y a los otros ocho condenados que deben presentarse en cinco días hábiles. Si lo hace, evitará el espectáculo de la detención forzada; si no, la Policía Federal deberá llevarla esposada a donde el Ministerio de Seguridad disponga. Todo indica que se presentará por voluntad propia y de darse el pedido realizado, eligirá su casa del barrio Constitución, en la ciudad de Buenos Aires, réplica criolla de la “Puerta de Hierro” desde la que Juan Perón gobernó en ausencia. El trámite será rápido: custodia permanente y la certeza de que cada movimiento suyo –y de su militancia– se convertirá en noticia nacional.
Un terremoto dentro del peronismo
La sentencia, lejos de jubilarla políticamente, re‑centraliza a Cristina en la interna peronista. Axel Kicillof, gobernador bonaerense y rival doméstico, ha tenido que suspender agenda y encolumnarse. Gobernadores antes distantes cerraron filas. Sin su nombre en la boleta, la “resistencia” ofrece la épica que el PJ había perdido. La duda es si esa épica moviliza votos o consolida la imagen de un partido aferrado al pasado mientras Javier Milei capitaliza el hastío antipolítico.
Milei pierde a su antagonista perfecto… ¿o la gana eternizada?
El Presidente construyó gran parte de su narrativa contra “la casta kirchnerista”. Con Cristina tras un portón, Milei pierde al enemigo de carne y hueso en los sets de TV, pero gana un símbolo: la ex‑presidenta convertida en mártir o villana inamovible, que justifica cada embate contra los “privilegios de la política”. De cómo administre ese vacío dependerá su capacidad de transformar el shock moral en reformas concretas.
La batalla jurídica salta las fronteras
Ya no hay ruta en tribunales nacionales, pero los abogados de Cristina preparan expedientes ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Corte Penal Internacional y el Consejo de Derechos Humanos de la ONU. Son vías lentas, con nula capacidad de revertir la detención en el corto plazo, pero útiles para alimentar la tesis de “lawfare” y mantener encendida la base militante.
¿Una victoria de la Justicia o un triunfo pírrico?
La decisión de la Corte exhibe a un Poder Judicial que –al menos esta vez– actuó con tiempos propios e independencia formal. Pero la foto de una ex jefa de Estado cumpliendo arresto en su living también proyecta sombras: ¿hay garantías de imparcialidad cuando la grieta premia la sentencia política sobre la probatoria? ¿Puede la democracia celebrar esta condena sin revisar la demora crónica de causas que involucran a todos los colores partidarios?
Lo que se viene
1. Escenario callejero: movilizaciones permanentes ante la casa de Cristina; riesgo de choques con opositores y sobre‑reacción policial.
2. Reordenamiento electoral: el PJ deberá llenar el vacío de candidatura; Milei redefinir su campaña legislativa sin su némesis en la arena pública.
3. Congreso en juego: con Cristina inhabilitada, el oficialismo intentará acelerar leyes anticorrupción; la oposición defenderá el “fuego amigo” para blindar a la Corte.
4. Economía emocional: mercados atentos a la gobernabilidad; inversores miden si la protesta social puede escalar. 5.
5. Memoria histórica: cada día de reclusión alimentará el relato de persecución, pero también recordará que la Justicia –tarde, a veces mal, pero llega–.
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