Eran las 15.30 del 11 de octubre de 2013 y el helicóptero Bell 407 precipitó a tierra en la zona de Valle Fértil, en plena campaña electoral. “El Flaco”, que solía ocupar la butaca trasera derecha, no se había colocado el cinturón de seguridad porque, de ese modo, podía echar mano en la cartera de la diputada Margarita Ferrá de Bartol, sentada adelante, y robarle chocolates.
Pasaron 11 años de aquel episodio que marcó la vida de este peronista acérrimo, que logró ser tres veces gobernador durante los años 2003-2015, y el recuerdo de la polvareda, del chispazo del rotor con un cable de alta tensión que desencadenó en el accidente, aún lo recuerdan todos y lo reviven en un video que circula en redes sociales en una calidad muy baja, pero grabado con los celulares que habian en ese momento.
En ese accidente, que se cobró la vida de la por entonces diputada nacional y candidata a una reelección, Margarita Ferra de Bartól, se generó polemica por el buen o mal uso del helicoptero sanitario utilizado en pleno proceso electoral.
El debate entre la vida y la muerte; incontables cirugías; una rehabilitación que respetó a rajatabla y sus setenta y pico años lo aferraron aun más a su profunda fe religiosa.
A José Luis Gioja, siempre que le preguntan no duda en recapitular y mirar para atrás, siempre tiene un análisis de su propia existencia, atravesada por el día en que un helicóptero de la gobernación cayó en el noreste de la provincia. “Pude frenar un cambio y resetearme, porque recién después de aquella tragedia me di cuenta de que estaba pasado de revoluciones, totalmente animalizado. Solía mirar el reloj a cada rato y darme cuenta de que no había almorzado ni había visto a mis hijos. En una palabra, había perdido la humanidad. Hoy me levanto todos los días y agradezco estar vivo, soy un fanático de esta gran aventura y valoro las pequeñas cosas que antes pasaba por alto: desayunar con Franquito, mi hijo con Síndrome de Down, mirar una serie en Netflix o leer un buen libro”, reflexionó en su momento el ex-gobernador.
El accidente a bordo de aquel helicóptero fue la prueba de vida más reciente pero no la única en que le tocó cerrar los ojos y rogarle a Dios que no lo abandonara. “Después de todo -bromea en medio de una carcajada- Dios es mi ‘consuegro’: mi hija Flavia es religiosa y tengo derecho a pedirle una y otra vez…”. afirmá siempre sonriendo.
Gioja había empezado de muy joven a ser un activista de la Juventud Peronista. Fue secretario privado del gobernador Eloy Camus y, ya recibido de ingeniero en Agrimensura, pasó a ocupar el cargo de interventor en el Instituto Provincial de la Vivienda (IPV). En esa misma oficina decidió entregarse cuando los militares en el poder fueron a buscarlo una mañana de marzo de 1976. Se despidió uno por uno del personal, firmó la renuncia y a los pocos minutos se vio vendado y atado en la comisaría central.
Gioja ya estaba casado con Rosa Palacio, a quien define como la mejor compañera de vida que jamás imaginó tener, y era padre de Gastón, su hijo mayor, entonces de cuatro meses. En una visita “íntima” a la cárcel concibieron a Franco, con Síndrome de Down; poco después llegaron Flavia, que pertenece a la congregación de las Esclavas del Corazón de Jesús y vive en Dean Funes, Córdoba, y finalmente Camilo.
Su histórica oficina, situada en 9 de Julio 290, casi esquina Rioja de la capital sanjuanina, es un habitáculo repleto de fotos, recuerdos y libros. Hay imágenes de sus padres, Ricardo Gioja y Adela Manini -hijos de inmigrantes italianos oriundos de la provincia de Buenos Aires-, de sus viajes y de sus hijos. También sobresalen tres imágenes notables donde la estampa de 1,90 metros de Gioja posa con grandes personajes de la historia, el Papa Juan Pablo II; Nelson Mandela y Fidel Castro.
Hoy, a 11 años rememoramos algunas preguntas y respuestas que le hicieron a «El Flaco»:
-¿Sobrevivir a un accidente aéreo lo marcó?
-Claro. Cuando uno ve la muerte cerca valora hasta lo más simple. Me acuerdo estar en la cama del Hospital Italiano de Buenos Aires y pensar en la suerte de médicos y enfermeros que andaban de acá para allá. El día en que logré salir caminando fue inexplicable y cada vez que me acuerdo de la llegada a San Juan se me pone la piel de gallina.
-¿Recuerda con precisión el momento previo a la caída del helicóptero?
– Sí, claro, no se veía nada por la tierra y nos pusimos nerviosos. De pronto un golpe eléctrico y Margarita (Ferrá de Bartol, diputada) pegó un grito. Cuando la nave impactó en la tierra fue la única que murió en el acto. Yo tuve suerte porque salí despedido a tierra blanda. Me buscaban dentro del aparato pero estaba a unos cinco metros. En momentos de lucidez recuerdo mi traslado al hospital de Valle Fértil y más tarde al Rawson de San Juan. Algo dentro mío me decía que Margarita había muerto. En Buenos Aires soñé que Daniel Tomas también había fallecido y cuando me fue a visitar me parecía mentira. Un año después, murió. Hoy solo tres de los cinco integrantes estamos vivos, entre ellos el piloto y mi ex secretario.
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